martes, 7 de octubre de 2008

Sobre la Santidad de Vida

Anda en mi presencia y se perfecto (Gn 17,1)

Hace algún tiempo escribí algo muy bonito que tenia que ver con la santidad y entonces pensé que debía de reflexionar sobre ello, se presento la oportunidad de darlo a conocer a las personas entonces lo expuse, hoy lo presento escrito de manera personal.

Jesús al terminar el sermón de la montaña de dirigió a los que le escuchaban estas palabras: “Vosotros, pues sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5, 48).Yo dirigiéndome a usted quisiera empezar este dialogo con estas mismas palabras, citándolas de uno de los grandes santos modernos y las decía hablando personalmente con un fiel y le decía y se lo digo a usted también: “Tienes obligación de Santificarte –Tú también- ¿Quién piensa que esta sea labor exclusiva de sacerdotes y religiosos o religiosas?A todos, sin excepción, dijo el Señor: <>” (San Josemaría Escrivá: Camino nº 29).Se lo digo y se lo repito: “Sed perfectos, como mi Padre celestial es perfecto”.Jesús nos esta invitando a todos y lo hace como lo hizo con el joven rico, y además nos deja la libertad, -así como dejo libre al joven rico- de escoger entre la invitación de Jesús y lo que él más estimaba: “Jesús le dijo: <> (Mt 19, 21).Las exigencias del Maestro son grandes y a la vez sencillas, “porque para amar a Dios y servirle no es necesario hacer cosas raras. A todos los hombres y mujeres sin excepción, Cristo les pide que sean perfectos como su Padre celestial es perfecto. Para la gran mayoría de los hombres y de las mujeres, ser santos o santas supone santificar el propio trabajo, santificarse en su trabajo y santificar a los demás con el trabajo, y encontrar así a Dios en el camino de sus vidas” (San Josemaría Escrivá; Conversaciones…, nº 55).“Cuando Abran tenía noventa y nueve años, se le apareció Yahvé y le dijo: <>.Es una invitación directa de Dios a que nosotros vayamos olvidándonos del hombre viejo y seamos hombre nuevo, y poco a poco vayamos acogiendo ese camino de perfección, de santidad, se lo dijo a Abran y ahora se lo dice a usted, de tal modo que todos estamos invitados a ser santos, nadie sin excepción tiene porque decir no; usted no puede decir “no quiero ser santo”, o también decir: “ese no es mi camino, por el no puedo andar”. La santidad es para los que de verdad son valientes y demuestran su valor a pesar de los acontecimientos de esta vida.La santidad es para los que dicen: “Señor me has llamado, aquí estoy” pues Dios exige una respuesta de nosotros “para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor” (Ef 1,4). Para ser lo que el nos pide.Usted puede “madurar en poco tiempo y completar una larga vida” (Cf. Sab 4,13) todo es que se decida a seguir a Jesús y seguirlo por caminos de santidad.“La santidad es para todos, pues nadie se queda atrás. La santidad tiene que ser nuestro fin y nuestro fin debe de ser nuestra perfección; nuestra perfección es Cristo” (San Agustín, coment. Sobre el salmo 69) y nada más, pues con él lo podemos todo (Cf. Flp 4).Podrá decirme: -¿no estoy segura sí podré alcanzar la santidad?- Pues no hay que tener miedo porque “no cabe temor en el amor; antes bien, el amor pleno expulsa el temor, porque el temor entraña castigo; quien teme no ha alcanzado la plenitud en el amor” (1Jn 4, 18)y la plenitud en el amor está en la santidad, además solo hace falta un esfuerzo humano y Dios “quien inició en nosotros la buena obra, la irá consumando hasta el día de Cristo Jesús” (Flp 1,6).He insistido en que la santidad es para todos y usted me preguntará ¿Cuál es el camino que hay que seguir para alcanzarla? Simple y sencillo, el camino es Jesús pues la santidad no se forja tomando simples ejemplos humanos, aunque es bueno, sino que se forja viendo a Cristo y viendo su ejemplo.Por ejemplo como dice San Francisco de Sales: “La devoción debe ser practicada de una forma por el caballero y de otra por el artesano; por el sirviente y por el amo; por la viuda y por la soltera; por la que es virgen y por la casada; hay que relacionar su práctica con las fuerzas, las ocupaciones y los deberes de cada estado”, luego San Francisco continua y nos pregunta: “Sería justo que el obispo observase una vida de soledad semejante a la del monje? Y si los casados no quisieran poseer nada como los mojes mas austeros. Y el campesino pretendiera estar todo el dí en el templo como los religiosos; y el religioso entregado a toda suerte de relaciones para servir al prójimo, como el obispo, ¿no sería todo ello devoción ridícula desordenada e intolerable? […] No […], la devoción nada perjudica cuando es verdadera; y cuando se pronuncia contra la vocación de alguno hay que considerarla como falsa” (San Francisco de Sales, Introd. A la vida devota, I, 3, 19-29). No tenemos que ser hacendosos en la Iglesia y haraganes en la casa, parece ridículo, pues la gente sin piedad: -Estos católicos, solo son pura apariencia, predican lo que no hacen.Dígame ¿Cómo yo si les predicara un evangelio contra el pecado estaría haciendo el pecado? No, no se puede eso, es ridículo y mediocre.La actitud que hay que tener para alcanzar la santidad es una actitud de recogimiento y a la vez de perfeccionamiento humano, esto nos ira llevando a ser perfectos, no por nuestro querer, porque nadie se puede santificar por su propio esfuerzo, sino por el divino don de Dios.Porque a Jesús “lo han imitado los santos mártires hasta el derramamiento de su sangra, hasta la semejanza con su pasión; lo han imitado los mártires, pero no solo ellos. El puente no se ha derrumbado después de haber pasado ellos; la fuente no se ha secado después de haber bebido ellos. Tenga presente querido hermano: en el huerto del Señor no solo hay las rosas de los mártires, sino también los lirios de las vírgenes y las yedras de los casados, así como las violetas de las viudas. Ningún hombre, ninguna mujer, cualquiera que sea su género de vida, ha de desestimar su vocación: Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está escrito de Él: Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (Cf. San Agustín, Sermón 304).La santidad no solo queda cerrada con aquellos santos y santas que creyeron en Dios y lo amaron la santidad esta abierta a todos y a cada uno, la santidad esta mí y para usted el camino que hay que seguir. Las disposiciones que tengamos debemos de tenerlas con verdadera fe y amor, han de seguir a Cristo y seguirlo desde el lugar en que cada uno se encuentra, no solo seguirlo, sino imitarlo, ser como él, ser otro Cristo.Tenemos que amar la verdad y al quererla podemos llegar al pleno conocimiento de Dios, pues esa Verdad que es Cristo, vivida se hace para nosotros una verdad inquebrantable, una verdad que se hace vida en cada uno de nosotros.Cristo nos santifica con su verdad pues Él manifiesta todo su don, lo manifiesta en sus hechos y sobre todo en su entrega.Todos estamos llamados a ser santos lo repito con fervor, pues es algo que nosotros debemos asumir, la santidad no es algo reservado solo a aquello que tienen el don del celibato o la virginidad, es para todos, para los casados y casadas; para los soltero y solteras; para los viudos y las viudas. Pues el Concilio Vaticano II afirma: “Una misma es la Santidad que cultivan en cualquier clase de vida y de profesión los que son guiados por el Espíritu de Dios y, obedeciendo a la voz del Padre, adorando a Dios Padre en espíritu y verdad siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, para merecer la participación de su gloria (LG nº 41).Las exigencias de la santidad son muchas y cargar con la cruz de Cristo cuesta, pero no hay que desconfiar Él esta cerca y nos acompaña, pues es el quien nos quiere santificar y hay que esforzarse mucho, por ello debemos de estar siempre dispuestos a ser de Dios porque el nos ha prometido darnos vida en abundancia (Cf. Jn 10,10) y no permitirá que nos apartemos de Él.

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